La dimensión política de la comunicación con “El Jardín de las y les presentes: feria y festival feminista”

The political dimension of communication with “El Jardín de las y les presentes: feminist fair and festival”

Cómo citar: ARAGÓN, R. M. (2023). La dimensión política de la comunicación con “El Jardín de las y les presentes: feria y festival feminista”. Revista Argentina de Comunicación 11(14), pp 15-41.

 

 

Rocío Mariana Aragón

Licenciada en Comunicación Social - UNJu/FHyCS. aragonrociomariana@gmail.com

 

Fecha de Recepción: 28/07/2023 - Fecha de aprobación: 19/09/2023

 

 

Resumen

Este articulo forma parte de la investigación realizada para mi tesis de grado. En ella nos propusimos recuperar algunas voces de una colectiva jujeña de trabajo y de militancia “El Jardín de las y les presentes: feria y festival feminista” (en el periodo 2017-2020) para conocer su historia, visibilizar y sistematizar su trabajo, experiencias, saberes, acciones y reflexiones. Nos interesa particularmente construir otros lugares de la enunciación, relocalizando el pensamiento y aprendiendo de las experiencias desde un posicionamiento feminista y descolonial. Dada la extensión de la investigación, para este artículo esbozaremos brevemente el entramado teórico-metodológico-epistemológico, transversalizado por el giro descolonial, el feminismo y la comunicación alternativa; como así también recuperaremos la estrategia metodológica elegida, el montaje de fragmentos testimoniales. También realizaremos un breve montaje que contiene la narrativa de las participantes de El Jardín en torno a su construcción identitaria y la potencia de nombrarse “presentes” y feministas en un contexto tan doloroso y angustiante como posibilitante, de esperanza, resistencia y organización colectiva para la transformación social.

Palabras claves

Comunicación, feminismos, descolonización, colectiva feminista

 

Abstract

This article is part of the research done for my undergraduate thesis. In it we proposed to recover some voices of a work and militancy collective in Jujuy "El Jardín de las y los presentes: feria y festival feminista" (in the period 2017-2020) to know its history, make visible and systematize their work, experiences, knowledge, actions and reflections. We are especially interested in building other places of enunciation, relocating thought and learning from experiences from a feminist and decolonial position. Given the extension of the research, for this article we will briefly outline the theoretical-methodological-epistemological framework, transversalized by the decolonial turn, feminism and alternative communication; as well as we will recover the chosen methodological strategy, the montage of testimonial fragments. We will also make a brief montage containing the narrative of the participants of El Jardín about their construction of identity and the power of naming themselves "present" and feminists in a context as painful and distressing as it is enabling, of hope, resistance and collective organization for social transformation.

Key Words

Communication, feminisms, decolonization, feminist collective

 

Para introducirnos

Este artículo es parte de la investigación realizada para mi tesis de grado. En ella nos propusimos recuperar algunas voces de “El Jardín de las y les presentes: feria y festival feminista”, una colectiva jujeña de trabajo y de militancia (en el periodo 2017-2020) para conocer su historia, visibilizar y sistematizar su trabajo, experiencias, saberes, acciones y reflexiones. Nos interesa particularmente construir otros lugares de la enunciación, relocalizando el pensamiento y aprendiendo de las experiencias desde un posicionamiento feminista y descolonial por ello en dicho trabajo se optó por un enfoque teórico-metodológico-epistemológico transversalizado por el giro descolonial, el feminismo y la comunicación alternativa, entramado que nos posibilito entablar un dialogo con una experiencia que se narra a sí misma, otorgándole un estatuto significativo en la producción de conocimientos. Se trabajó con entrevistas en profundidad semiestructuradas y se realizó un montaje de fragmentos testimoniales[1] en el cual se puede leer, en las voces y relatos de sus protagonistas la historia de la colectiva, así como también las implicancias que tuvo en sus vidas cotidianas, mostrando también las historias personales. El montaje recupera las palabras, citadas textualmente, de las personas entrevistadas, con la intención de “collagear” sus voces y formas de contar lo vivido durante la existencia de la Feria, para armar un relato plural y conocer los hilos que lo recorren y las disputas que sostuvieron: la necesidad de visibilizar las problemáticas y desigualdades de género, los cuerpos como territorios y los territorios como cuerpos, la violencia sistemática, la potencia de nombrarse, la toma de la palabra, la recuperación del espacio público como espacio habitado, como actos de resistencia y disputa, la colectividad organizada, el trabajo y la autonomía, la maternidad, la crianza, los vínculos. Cada fragmento nos permite conocer y profundizar en las interpretaciones subjetivas, las cargas significativas que le otorgaban a la colectiva, a su hacer/pensar cotidiano, a las transformaciones que vivenciaron tanto durante el proceso de consolidación de la Feria y Festival, como de sus propias militancias, ya que relatan que fueron transformadas en y por este proceso.

Dada la extensión de la investigación, para este artículo esbozaremos brevemente el entramado teórico-metodológico-epistemológico, trayendo un pequeño montaje de fragmentos con la narrativa de las participantes de El Jardín en torno a su construcción identitaria y la potencia de nombrarse “presentes” y feministas en un contexto tan doloroso y angustiante como posibilitante, de esperanza, resistencia y organización colectiva para la transformación social.

El jardín de las y les presentes: Feria y festival feminista

 “El Jardín” es una colectiva de mujeres y disidencias sexuales autoconvocadas que se reúne a fines de 2017 para organizar una feria y festival ante el desempleo, la precarización laboral y la feminización de la pobreza y también como forma de manifestarse ante los femicidios en la provincia, atravesadas por los debates que se daban a nivel nacional a raíz del Ni una menos, la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y los paros por el Día internacional de la mujer trabajadora (8M).

Desde su inicio la participación fue asamblearia y como estrategia de visibilización decidieron realizar la feria y festival ocupando espacios públicos de la ciudad[2], principalmente en la zona centro-sur de San Salvador de Jujuy. El principal objetivo era generar un espacio laboral que fuera accesible, libre de trabas burocráticas y lógicas excluyentes, vinculado a la economía popular y a la construcción de redes de cooperación entre quienes participen. Surge como un espacio de mujeres y disidencias sexuales, entendiendo que son quienes padecen la exclusión del empleo formal, están encargadxs del sustento de sus hogares/familias y llevan adelante tareas de cuidado y crianza. A su vez se apostaba a ampliar y fortalecer su participación y fundamentalmente promover la redistribución del poder y la toma de decisiones en un contexto sensibilizado por la desigualdad de acceso, participación y representación de las mujeres en distintos espacios sociales, artísticos y laborales.

La primer Feria se realizó el 18 de noviembre de 2017 en la “Plaza Ricardo Vilca” al lado Teatro Mitre (Barrio Centro) y fue transitando por distintas plazas hasta que se decidió ocupar la Plaza Italia en 2018, situada frente al Penal (Barrio Gorriti). En cada encuentro se hacía una feria de productos (artesanales, comidas caseras, indumentaria, cosmética, libros, accesorios, medicina alternativa) y servicios (tatuajes, peluquería, etc.), acompañada de un festival con una grilla cultural que promovía la participación de artistas mujeres y de comunidad LGTTBI, brindando escenario a quienes históricamente son invisibilizadxs. También se realizaban espacios de talleres libres para que circule el conocimiento y la información. En cada encuentro se realizaba una radio abierta (Argote, 2012) en la que se planteaban temáticas de agenda, coyuntura, entrevistas, promoviendo la circulación de la palabra, recuperando y valorando las experiencias de sus protagonistas, acercando información sobre temas de salud sexual, maternidad, amor romántico, vínculos sanos, crianza, potenciando la toma del espacio público con la presencia y con la voz para ser visibles y audibles. Las asambleas y plenarias fueron espacios de organización, distribución de tareas y roles, pero también de formación interna. A partir de estos espacios se trabajó y se fortaleció el posicionamiento político de la feria y festival. Toda la estructura se sostenía de manera independiente y autogestiva, con el aporte de sus participantes, por medio de rifas y sorteos para quienes se acercaban a comprar. También se habilitaba el espacio para el trueque o intercambio de productos y servicios.

Metodológicamente para poder conocer la historia[3] se recuperaron algunas voces de El Jardín por medio de entrevistas en profundidad semiestructuradas a 7 personas que fueron parte desde su inicio en 2017 o que se sumaron durante el periodo previamente mencionado 2017-2020. La herramienta elegida nos posibilitó una instancia de diálogo, dando lugar a la rememoración y reconstrucción, recuperando las diversas narrativas de lo vivido, tanto subjetiva como colectivamente.

La experiencia es parte del lenguaje cotidiano, esta imbricada en nuestras narrativas y sirve como una manera de hablar de lo que ocurrió, de establecer diferencias y similitudes. Es siempre una interpretación que luego será reinterpretada: lo que cuenta como experiencia no es ni evidente, ni claro y directo, está siempre en disputa y por lo tanto es político (Scott, 2001). En esta búsqueda, es que nos interesa recuperar el valor significativo de la experiencia y las narrativas que de ella surgen: cómo se dio el proceso, cual es la historicidad de las prácticas y sus protagonistas, rastreando los sentires, haceres y saberes producidos en ellas. Reivindicando la experiencia y poniendo atención en lo particular, allí donde entra la subjetividad, la vivencia con toda su complejidad. La potencia del pensamiento anclada en nuestros cuerpos y territorios con experiencias, afectos, recursos, deseos, expectativas, trayectorias, memorias y esperanzas.

Las raíces de El Jardín

Ante un contexto local y regional atravesado por índices alarmantes de femicidios, transfemicidios, travesticidios y la visibilización de las violencias de género, contra los cuerpos y los territorios, desde el 2015 con el grito del “Ni una menos”, se fortaleció la organización y ganó visibilidad el movimiento de mujeres, travestis, trans, no binaries y disidencias; con sus demandas y denuncias. Irrumpieron colectivos que luchan contra las violencias de género en y desde distintos territorios. Esa emergencia de activismos feministas se da en toda Latinoamérica y en Argentina (Garita, 2019), y muestra nuevas formas de militancia, ya no en su sentido asociado exclusivamente a lo partidario sino de acción colectiva.

El Jardín de las y les presentes, es parte de esas emergencias, situada en Jujuy surge en 2017 íntimamente vinculada a la expansión del movimiento feminista en la provincia. Nos interesa profundizar en los sentidos que se construyeron de manera colectiva en torno al feminismo, en la multiplicidad y diversidad de procesos subjetivos que se desataron y que fueron de muchas maneras contenidos en la militancia, como acción colectiva, volviéndose un espacio dónde compartir dolor, bronca, tristeza, pero también la alegría y la esperanza de la organización para visibilizar e intentar modificar la realidad. Nos interesa conocer que sentidos adquirió la presencia, el poner el cuerpo, ya que creemos que surgieron nuevas formas de habitar el espacio, de vincularse y de estar juntxs y estar en contra.

La dimensión política de la comunicación

Elaboramos un entramado teórico-metodológico para acercarnos a El Jardín y construir un dialogo de saberes, recuperar su experiencia, conocer los sentidos que de ella se desprenden y aportar a la construcción de una memoria feminista. Los sentidos y saberes surgidos de El Jardín son parte de un proceso que es posible abordar desde una mirada comunicacional que recupere las subjetividades de sus participantes. El proceso comunicacional se da en la interacción de percepciones de sus protagonistas, en el ejercicio crítico de reconocer la realidad, la búsqueda de herramientas para comprenderla y generar posicionamientos alternativos, en la toma de la palabra y el espacio, acciones que cuestionan y desnaturalizan los relatos y sentidos hegemónicos, rompiendo el silencio impuesto y poniendo a circular otras narrativas existentes e invisibilizadas.

Entendemos a la comunicación como una práctica social, un proceso de producción de sentidos y conocimientos, intercambio y negociación de formas simbólicas y culturales (Uranga, 2011; Torrico Villanueva, 2017) que va construyendo consensos sociales. No se trata de una comprensión instrumental, sino que:

“…refieren a la forma como a través del intercambio comunicativo, los actores sociales generan conocimiento, cómo desarrollan su acción política en la sociedad y de qué manera todo ello se transforma en significaciones que, en medio de la lucha simbólica, buscan constituirse en sentidos socialmente predominantes” (Uranga, 2011, p 1).

Realzamos esta dimensión política de la comunicación (Uranga, 2011; Gardella, 2018) entendida como proceso de transformación social:

“dimensión política de la comunicación como perspectiva y como dimensión de los procesos sociales: mira las luchas sociales cuando ellas acontecen aquí y ahora, recuperando la historicidad de las prácticas y sus protagonistas, rastreando los saberes producidos en ellas y objetivando las nociones y perspectivas que no tienen una racionalidad, sino varias. Se trata de un saber situado que se preocupa por comprender la comunicación en contextos específicos. Saber y aprender de experiencias son ubicados en contextos no como exterioridades sino como tejido comprensivo político, cultural económico, tecnológico y social” (Villamayor, 2018, p. 8).

Reconocemos El Jardín como una experiencia potente que incidió en el territorio al ocupar las plazas, apropiándose del espacio público, visibilizando y disputando los sentidos predominantes: el lugar atribuido a las mujeres en el ámbito de lo “privado”, la casa y la crianza, la relación de las mujeres de la economía popular con lo público, las tareas de cuidado, la precarización y la feminización de la pobreza, poniendo a circular discursos contrahegemónicos, acercando información y ampliando las posibilidades a quienes participan como feriantes o como consumidoras. Para este artículo focalizaremos en la potencia de la organización en torno a la presencia feminista, que asume otras formas de ser-estar poniendo el cuerpo, de participación política y de militancia.

El desde dónde de la investigación

Nos situamos en la corriente del giro descolonial (Dussel 1995, 2001, 2008; Castro Gómez, 2013; Grosfoguel, 2013; Ochoa, 2018), tomando al hecho histórico y social del proceso de expansión y colonización europea a partir de 1492, como la contracara de la modernidad entendida como el aparato ideológico que dio sustento y legitimidad a la colonialidad, del que se desprende toda la tradición de las ciencias sociales (Lander, 1993; Dussel, 1995; Bruce, 2015). .  . .  En este revisionismo que propone el giro descolonial a partir de la colonialidad/modernidad, abordamos las “genealogías” de la comunicación (Torrico Villanueva, 2018) como campo disciplinar dentro de las ciencias sociales y también el surgimiento de la comunicación alternativa y popular en Latinoamérica (Burgos y Bustamante, 2011)  como proceso de disputa entre una comprensión instrumental, lineal y mercantil de la comunicación hacia entenderla como un derecho humano garante del ejercicio de derechos, profundizando en su dimensión política y atendiendo a su potencia de transformación social, en personas y movimientos que se apropian de la palabra expropiada para disputar sentidos e intervenir en la cotidianidad.  El feminismo motoriza y transversaliza esta reflexión en sus tres dimensiones entretejidas: como teoría política, epistemología crítica y movimiento social.

Al ser en la lengua dónde se configura el pensar, tensionamos el lenguaje sexista y binario. Por ello se usará de manera fluida x, a, @, e, sustantivos colectivos y artículos, dando lugar a las formas de nombrar que reconocen las diferencias existentes, para balancear las asimetrías de poder vigentes en nuestro lenguaje.

Giro descolonial y epistemologías del sur

Como punto de partida construimos una problematización teórico-metodológica, de fondo epistemológica, que nos permite explorar, elegir y abonar otros modos de acercamiento a la hora del saber en la academia, reconociendo las relaciones entre saber/poder existentes y poniéndolas en tensión.

En nuestra América durante los años 80 y 90 se dio una oleada neoliberal que tuvo como contraparte un conjunto de luchas, resistencias y movimientos sociales que visibilizaron el fracaso del “paradigma civilizatorio occidental”, develando las jerarquías visibles e invisibles que se sostienen sobre la dicotomía fundante: civilización vs barbarie. La “postmodernidad” se fue perfilando como el paradigma que trazaba una ruptura con la modernidad. Sin embargo, desde nuestro continente, se cuestionaron las implicancias y consecuencias de la empresa civilizatoria colonial moderna a partir de la experiencia de conquista y colonización de las poblaciones originarias de estos territorios. Antes que pensar si la modernidad culminaría con los discursos de posmodernidad en occidente, se esboza la pregunta sobre ¿qué tipo de modernidad tenemos? ¿Cómo llega a América Latina? Así a fines de los 90 se profundizaron los debates en torno a la “herencia colonial”, debates reunidos en el autodenominado Grupo Modernidad/Colonialidad, que establece un dialogo con diversas tradiciones de pensamiento crítico, algunas corrientes del pensamiento social, tales como la teoría de la dependencia, el análisis del sistema- mundo, los feminismos negros, el marxismo contemporáneo y los estudios poscoloniales (Castro-Gómez, 2013). Estos estudios a través de la revisión histórica del proceso de expansión, conquista y colonización europea de América Latina en 1492 retoman la centralidad del hecho colonial en nuestras historias y su contracara, la modernidad europea. La modernidad atravesada por la razón cartesiana, es el relativo aparato ideológico que da sustento y legitimidad a la colonización, y en cuyo marco se inscribe el surgimiento de las ciencias. En este sentido, se encuentra en las raíces de pensamiento científico moderno un propósito colonizador (Ochoa, 2018).

Siguiendo a Dussel (1995) reconocemos dos nociones de modernidad. Por un lado, modernidad como un concepto eurocéntrico, regional: la emancipación, la “salida” de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abriría el desarrollo del ser humano, que se cumpliría en Europa del siglo XVIII. Esta mirada es eurocentrada porque coloca como punto de partida de la “modernidad” fenómenos intraeuropeos y no necesita más que a Europa. Por otro lado, el hecho de que se sitúa en el centro de la historia mundial. Con la colonización, la tierra se torna lugar de una sola “historia mundial”, que es solo la historia de Europa y constituye a su vez a las otras culturas como periféricas (antes los sistemas culturales coexistían entre sí) (Wallerstein, 2007). Desde 1492, la Europa moderna usará la conquista de Latinoamérica como trampolín para sacar ventaja comparativa con las otras culturas antiguamente antagónicas. Consigue cierta “superioridad” por la acumulación de riqueza a partir del saqueo y la expropiación a Latinoamérica (Minas de Plata de Potosí y Zacatecas) y otras regiones colonizadas. Es por esto que entramos en la modernidad como “la otra cara”, la dominada, explotada y encubierta.

El campo epistémico es hegemonizado por un pensamiento “universal”, más allá del tiempo y del espacio. En el siglo XVIII, la ilustración adopta así a la ciencia moderna como modelo de todo saber. La importancia que adquieren las ciencias sociales en el siglo está ligada a la preocupación de los estados por modernizar sus estructuras, quedando así evidente la relación intrínseca entre la configuración de los saberes y los procesos históricos-sociales que conforman su contexto de emergencia (Bruce, 2015). La jerarquización de una forma de racionalidad frente a otras es lo que el eurocentrismo constituyo como parámetro de comparación con los otros pueblos, se impuso como la universalmente legítima, invisibilizando y ocultando que coexisten temporalmente racionalidades diversas. El conocimiento producido desde otras experiencias históricas y sociales se consideró inferior, volviéndose el argumento que legitimó a lo largo de la historia del siglo XVI cuatro genocidios epistemicidios: contra musulmanes y judíos en la conquista del Al-Ándalus, contra los pueblos indígenas/Abya Yala, en la conquista de Latinoamérica y luego en Asia, contra africanos con la esclavización en América Latina como así también contra las mujeres que practicaban y circulaban conocimiento indo-europeo, quemadas por "brujas” (Grosfoguel, 2013).

Los saberes modernos y su eficacia naturalizadora se construyen en sucesivas separaciones del mundo, parten de una ruptura ontológica entre cuerpo-mente, razón-mundo, sujeto-objeto, produciendo un conocimiento “descorporeizado y descontextualizado” que pretendía ser des-subjetivado y universalizable. Siguiendo a Dussel (2008), la visión cartesiana de “pienso, luego existo” argumenta que el “yo” que piensa, produce un conocimiento equivalente a la visión del “ojo de dios”. Como sostiene Castro-Gómez (2013) esta filosofía asume la epistemología del “punto cero”: un punto de vista que no se asume a sí mismo como tal. El conocimiento “verdadero”, debe fundamentarse en un ámbito incorpóreo y la certeza del saber es posible en la medida en que se asiente en un punto de observación inobservado, previo a la experiencia.

Este revisionismo que propone el giro descolonial, nos insta a revisitar las “genealogías” de la comunicación como campo disciplinar dentro de las ciencias sociales en el marco de la modernidad/colonialidad (Torrico Villanueva, 2018) pensándolas de manera situada con el surgimiento de la comunicación alternativa y popular en Latinoamérica. Procesos de disputas entre una comprensión instrumental, lineal y mercantil de la comunicación, centrada en los medios de comunicación, la transmisión y la persuasión, hacia la comunicación como un derecho humano posibilitante y garante del ejercicio de derechos, atendiendo y profundizando en su dimensión de práctica social, en su dimensión política de transformación social.

El pensamiento descolonial, los feminismos y la comunicación alternativa, son corrientes contrahegemónicas que nos interpelan a innovar en las lógicas de producción intelectual y las formas de vincularnos a la hora del saber. Este entramado nos permite trabajar en el reconocimiento de conocimientos nacidos de diferentes ámbitos, sensibilidades y cosmogonías y que se desprenden del pensamiento y las existencias humanas y sociales, que al tener historia se vuelve posible y necesario tomar lo que de ellas surgen en términos de aprendizajes (Villamayor, 2016).

Pensamos desde un espacio en estructuras de poder y hablamos desde un lugar (locus) de enunciación, una ubicación geopolítica y corpo-política. La/s perspectiva/s que abre el giro descolonial, en el sentido de situación a partir de la cual se observa, piensa y conoce, posibilita una entrada y una práctica analítica y de teorización distintas de las usadas por la tradición científica. Esta nueva “colocación intelectual” (Torrico Villaroel, 2017) se enfrenta a los saberes hegemónicos y, por tanto, al tiempo que cuestiona las certezas y procedimientos del conocimiento “oficial”, abre otros márgenes para la interpretación de los procesos sociales y sus proyecciones. Reconociendo las lógicas modernas vigentes en nuestras prácticas y trastocándolas, quizás podamos comprender en su profundidad y riqueza los procesos y prácticas sociales de los que somos parte (Villamayor, 2016). Se trata en suma de porqué y cómo pensamos y para qué lo hacemos. Ponemos en tensión la universalidad racional pretendida por el aparato cognitivo que sustenta y reproduce las desigualdades raciales, de género, de clase; y que con violencia se impuso sobre otras comprensiones, lecturas y posibilidades de mundos.

Superficie sintagmática del presente

Tomaremos la noción de “superficie sintagmática del presente” (Rivera Cusicanqui 2015) ya que nos sirve para dar cuenta de un aquí-ahora de un “continuum[4] vivido”, como yuxtaposición aparentemente caótica de huellas o restos de diversos pasados, que se plasman en habitus[5] y gestos cotidianos, en formas de ser y de estar, sin que tengamos plena conciencia de los aspectos negados y críticos de estas constelaciones multitemporales. Como categoría nos permite situarnos temporo-espacial y realizar abstracciones ancladas en nuestras experiencias y vivencias tanto individuales como colectivas. Situarnos en este tiempo/espacio como superficie y movilizar actos de memoria subjetivos y comunitarios para recuperar saberes y prácticas, abrir el juego a otras posibilidades desde la superficie sintagmática del presente. Un aforismo aymara que retoma la autora es “qhipnayr uñtasis sarnaqapxañani[6] (Rivera Cusicanqui, 2015) que significa: mirando atrás y adelante (al futuro-pasado) podemos caminar en el presente-futuro, y para caminar hay que mirar. Este giro que implica no mirar “hacia delante”, sino mirar hacia atrás, ver el pasado para poder caminar, resignifica la temporalidad en sentidos no-lineales. En disidencia con la linealidad de la modernidad, el pasado, es el que estaría delante nuestro, es todo lo que vivimos y vivieron nuestrxs predecesores y es lo que tenemos a la mano para intervenir en el presente- futuro. Presente cargado de sentidos y de herramientas, que contiene raíces que se pueden localizar en el pasado para trabajar desde allí. Desde esta superficie sintagmática del presente, potenciándola como un lugar de la enunciación y presencia, hacemos ejercicios de revisión y proyectamos horizontes posibles. Esta reinterpretación del tiempo, propone una serie de giros que tensionan las bases de la modernidad, las ideas positivistas de progreso y jerarquización, concatenadamente tensionan nuestra forma de hacer, de pensar, de sentir, de vincularnos con lxs otrxs, lxs sujetxs que son parte de nuestros trabajos de investigación. Recuperamos la superficie sintagmática para dar cuenta de la multiplicidad de vivencias y de cómo cada unx llega, en el sentido de qué trae consigo, individual y colectivamente, cómo llegamos hasta aquí.

La comunicación alternativa: el derecho a decir

En el campo de teorización Latinoamericano sobre la comunicación nos encontramos con la comunicación alternativa, popular y comunitaria. Se ubica al surgimiento de estas prácticas en la década de 1940, con la aparición de las radios mineras y educativas en Bolivia y Colombia (Burgos y Bustamante, 2011; Uranga, 2011). Estas experiencias que se expandieron desde los años 60 y 70, en un contexto de grandes movilizaciones populares, viraron y resignificaron el por qué y el para que de la comunicación y los medios. Comprometida con los movimientos sociales, vinculada a los sectores populares y subalternos surgió como una “forma otra” de hacer comunicación promoviendo el ejercicio del derecho a la comunicación.

En este sentido, la comunicación alternativa está relacionada con un proyecto histórico transformador, lo que la vuelve alternativa es el horizonte al que apunta. Mata (2015) señala que estos proyectos tienen la voluntad de romper un silencio impuesto. Implica poder pronunciar las palabras acalladas por el poder económico y político, alude a cuestionar el poder de quienes establecen las reglas del decir, el poder de los dueños como el de quienes habilitan o deslegitiman voces, temas, lenguajes y modalidades expresivas en distintos espacios y tiempos.

El Jardín desde sus inicios tiene la voluntad de decir y lo hace desde el nombrarse y posicionarse políticamente. Rompe con el silencio y la invisibilización impuesta, nombra lo que antes no se nombraba, ocupa el espacio público y haciéndose presente tensiona el sistema que produce, sostiene y legitima las desigualdades. Visibiliza y tensiona como espacio de encuentro y de trabajo las condiciones desiguales e injustas que se encuentran en las historias personales, en la vida cotidiana, individual y comunitaria.

Indisciplinar la investigación para aprender de las experiencias

En el sentido que estamos desarrollando, se plantean revisiones teórico- metodológicas que nos permitan acercarnos a la experiencia en sentidos dialógicos, en un hablar “con” otrxs y no hablar “de” o “sobre” otrxs. Hacer, pensar y sentir desde la comunicación alternativa, feminista y descolonial nos convoca a revisar nuestros modos de acercarnos y a las dinámicas que tomamos a la hora de producir conocimiento.

Al plantearnos un dialogo de saberes, es necesario desplazar a la investigación desde la objetualidad hacia la situacionalidad (Haber, 2011). Explicitar el lugar social, ético, político, epistémico desde el cual se produce conocimiento, el reconocimiento de la trinchera (Haber, 2011) nos posibilita pensar junto y con lxs otrxs, que ya no son objeto de investigación, sino sujetxs parte del dialogo que articulamos entre diferentes sectores de la sociedad para recuperar, valorar y co-construir conocimientos. Este trabajo se interesa en aquellas indagaciones en torno al reconocimiento y a la producción de saberes situados, que se ocupan de indagar y comprender la comunicación en contextos específicos (Villamayor, 2018), atravesados por relaciones de poder e imbricándose situacionalmente, la diferencia y la desigualdad.

La comunicación alternativa, comunitaria y popular se construye en impugnaciones y resistencias contrahegemónicas y es en este sentido un vasto cauce de teorización a partir de las experiencias, en diálogos y tensiones, encuentros y desencuentros. Se nutre de epistemologías que abren el juego a otros modos de construir conocimiento, partiendo del reconocimiento de formas plurales de conocer (Villamayor, 2016). Al tratarse de sectores subalternos, también nos insta a pensar en la interseccionalidad de las categorías de dominación y la opresión que son encarnadas, vividas y pueden reconocerse en esta situacionalidad: la cuestión de clase, de género, de racialización, son co-constitutivas de nuestras identidades latinoamericanas y jujeñas y también atraviesan la búsqueda y construcción de posicionamientos alternativos y contrahegemónicos.

Nos interesa un modo de producir saber vinculado a nuestras luchas y comprendido en ellas, tomando la comunicación como perspectiva para desnaturalizar conflictos, favorecer la voz de lxs afectadxs y aportar a la democratización de la palabra priorizando las voces históricamente perseguidas, menospreciadas y silenciadas (Villamayor, 2018).

¿Qué se nombra cuando se nombra?

El Jardín surge al caldo de luchas y reivindicaciones feministas situadas que movilizan el análisis, la crítica y el cuestionamiento al sistema capitalista/patriarcal moderno/colonial a partir de sus consecuencias palpables y reconocibles en la vida cotidiana de mujeres y disidencias. Ese ejercicio de reflexión colectiva se vuelve también un posicionamiento político en el escenario social, dado desde su identidad colectiva feminista, que irrumpe al nombrarse desde la presencia y ocupa las plazas y las calles.

Encontramos en El Jardín la poética y la mística de los feminismos y del movimiento social. ¿Por qué se nombraron así? En este apartado ahondaremos en esas razones, las implicancias de nombrarse, profundizando en qué es lo que se nombra cuando se nombra y lo hacemos en un montaje de fragmentos testimoniales, que recupera las palabras citadas textualmente de las compañeras entrevistadas, con la intención de “collagear” sus voces y formas de recordar lo vivido, para armar un relato plural. Sin grandes mediaciones compartimos sus relatos: 

“Para mí el nombre era todo lo que podíamos ser ¿no? Un jardín muy diverso, con un montón de cosas. Y las presentes porque estábamos nosotras, pero también de alguna manera fue rememorar a las compañeras que no estaban: ¡sí, van a seguir presentes! Que es la postura feminista que pudimos adoptar en el momento, decir también revalorizamos y tenemos en cuenta todo esto y si, somos nosotras las presentes, las que estamos acá pero también son todas ellas que no están, pero sí están acá con nosotras” (Entrevista con PY, 2022).

“En un jardín hay una diversidad tremenda (…) y presentes porque nos estábamos nombrando creo que, por primera vez las mujeres: ¡acá estamos! O sea, no somos invisibles, nos está pasando esto. Y después también vinieron las disidencias” (Entrevista con LV, 2022).


“Para mí “El Jardín de las y les presentes”, me generaba esto de... de lo que significa cuando miras un jardín, de la vida que tiene y de la cantidad de cosas que suceden a través de las plantas. Yo trabajo con plantas ¿no? Ese poder de transformación y de ciclicidad, ese poder de vida y muerte y de resurgir que tiene la naturaleza, y que siento que es en concordancia con nosotres, con nosotras. Ese poder de morirte en tus ideologías, tus sentires, sentir que algo se muere y poder destruirlo y tener la posibilidad de reconstruirlo nuevamente y que eso sea belleza. Pasar por eso siento que tiene en parte el nombre. Y la presencia ¿no? Estamos acá, presentes con belleza, con amor, con alegría, con colores, no estamos presentes solo desde un solo modelo que se ve, de confrontación, de odio, de enojo. Si confrontábamos, si estábamos enojadas por momentos, si era todo muy contestatario lo que hacíamos, pero no desde un lugar violento, oscuro, hostil (…) El Jardín de las y les presentes, a mí me represento ese poder de transmutación, ese poder de vida…” (Entrevista con BM, 2022)

“Las presentes era hablar de quienes estábamos ahí físicamente y activamos, y también de presente, de hablar de las víctimas de femicidio, poder también hacer ahí un espacio de decir. Un espacio de lucha que reconociera a las víctimas, hacerlas presentes.” (Entrevista con TG, 2022)

“Por las hermanas Mirabal (…) hace rato dije que como que formábamos un gran capullo, las mariposas. Creo que era ayudarnos a eso, a ese tránsito. Presentes porque estábamos ahí, porque era eso de nuevo, presente. El presente, darnos cuenta del presente, volver al encuentro, mirarse los ojos…” (Entrevista con AA, 2022)

“Para mí fue eso, un Jardín, fue “mira todos estos colores” (…) Te digo, la sensación en todos mis sentidos de los colores era alucinante, era un jardín, posta, posta, posta. De las presentes, justo cuando había pasado lo de Anita[7] fue como, acá estamos, acá estás, acá están todas y estamos todas. Las de ayer, hoy, mañana, estamos ahí, presentes.” (Entrevista con TA, 2022)


“Empezamos llamándonos “El Jardín de las presentes” (…) que nos gustó porque hacía más que nada referencia a las que ya no estaban, entonces era hablar de los femicidios, de las víctimas de femicidios, pero también traerlo a las que seguimos acá y a las que estábamos presentes. Y era esa responsabilidad de decir: este espacio nace por estas situaciones que venimos viendo, por este empujón del 2015 de una seguidilla de femicidios y que queríamos mostrar que había una resistencia a eso que teníamos naturalizado acá en Jujuy...” (Entrevista con MG, 2022)

“Después el nombre mutó y le agregamos “les” presentes porque fue una problemática que nos atravesó desde un montón de lugares, muchas disidencias, compañeres se acercaron al espacio sabiendo que era un espacio seguro, un espacio donde se podían permitir el disfrute, donde no se sentían juzgades ni un montón de cosas en sus procesos también de construcción de sus identidades” (Entrevista con PY, 2022).


Son las presentes de El Jardín quienes participan física y emocionalmente, en la evocación que señala la presencia de algunas ausencias, reivindicándolas en símbolos de permanencia, de memoria. Al pensar sobre la presencia y la ausencia, encontramos una relación genealógica con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, quienes en contexto de dictadura militar asumieron la presencia como forma de protesta. Fueron mujeres quienes durante la transición democrática 1983-1990, dieron origen a las organizaciones más emblemáticas y persistentes de Derechos Humanos del país. Madres y Abuelas buscando a sus hijxs y nietxs desaparecidos, se vuelven una referencia histórica para el movimiento de derechos humanos y para el movimiento feminista. Mujeres luchadoras que encuerpan la presencia en la calle, en la plaza, ante la cruel y brutal ausencia por las desapariciones forzadas de la última dictadura militar. En este sentido retomamos el “siluetazo” como práctica de memoria que evoca la “presencia de la ausencia” (Longoni y Bruzzone, 2008, p. 7). Esas siluetas representaban simbólicamente la presencia de desaparecidxs en la calle.          

Son prácticas que no evocan, sino que realizan –son– ellas mismas la memoria. Implican a menudo modos alternativos de adueñarse física o simbólicamente del espacio público y, como en el caso del Siluetazo, una apuesta estética y política novedosa. Como se sostienen en la participación colectiva, existen sólo en tanto existen individuos que las portan (Schindel 2008 p. 411, 412; en Longoni y Bruzzone, 2008)

Aprendimos de las Madres y Abuelas sobre estar presentes y permanecer en los espacios públicos aun cuando nos quieren desplazar, correr, ocultar, invisbilizar. A buscar, a mantener viva la memoria y volver cada vez a hacer presentes a quienes el terrorismo de estado desapareció, torturó y asesinó, y en este sentido, la presencia de la ausencia de todas las compañeras víctimas de femicidio, travesticidios y transfemicidios, en las hermanas Mirabal, acompañándonos aun en el dolor encarnado que ocasiona la violencia sistemática en la presencia, en el estar junto a otras y otrxs. La memoria se realiza en las prácticas de compañeras y compañerxs que ponen el cuerpo, que en acontecimientos colectivos vuelven a hacer presente lo ausentado, lo oculto, lo invisibilizado, que traen al presente a las que ya no están, nombrándolas, mostrando sus fotografías, contando sus historias, rememorando fechas, reclamando por justicia, exigiendo el esclarecimiento y el seguimiento de los procesos judiciales, acompañando a familiares.


Es este el sentido más elemental, conmovedor y potente que toma la presencia para El Jardín, la posibilidad de poner el cuerpo y los cuerpos, de encontrarse junto a otrxs que también atraviesan los mismos dolores e injusticias, de disponerse a la construcción colectiva y la acción conjunta. Se trata de la presencia de colectivos, identidades y experiencias que ponen el cuerpo, y que están en espacios que históricamente les son negados, expropiados reapropiándose de ellos en esos actos de presencia. Es también a partir de la presencia y de la posibilidad de ser con otrxs, en colectivo, que muchas disidencias e identidades no binarias, se acercan a El Jardín, reconociéndolo como un espacio de contención y de acción. Si bien comienza llamándose de Jardín de “las”, muta su nombre añadiéndole el pronombre “les” para nombrar a todxs aquellas identidades que se sumaron y no se representan en “las” mujeres-cis. Este cambio lo relatan como proceso también de transformaciones y crecimientos internos. Dentro de El Jardín hay una vasta elaboración colectiva sobre el qué pasa y el por qué, así como también organización ante lo que acontece que no necesita ser reinterpretada, sino que es necesario escuchar, visibilizar y aprender de ella.

Cierres temporales y aperturas posibilitantes

Creemos que la reapropiación de la palabra y la reivindicación del cuerpo como territorio es un ejercicio de descolonización, así como también la explicitación del lugar desde dónde se enuncia y se produce conocimiento, considerando cuales son las relaciones que mantenemos con quienes pensamos, pensando junto a otrxs, sin pretender separar mente-cuerpo sino integrándolo parala construcción de conocimiento situado, significativo y significante. Estas  tramas que se arman y nos convocan, no son lineales, sino que se tejen en disputas, tensiones y luchas.

Nuestro interés fundamental radicó en recuperar la historia, experiencias y saberes de El Jardín, entablar una conversación para pensar con y aprender de ella, reconociéndole un valor significativo como una experiencia con múltiples dimensiones en su constitución, con potencia de transformación social, con la mística y la poética del movimiento que nos convoca a la presencia, a la memoria, a la construcción colectiva.


“La experiencia, pasada o presente, vivida por cada sujeto encarnado, sexuado y situado, que a la vez es artífice y artefacto de sus experiencias, es un proceso continuo a lo largo la existencia. La experiencia aparece como contradictoria porque puede ser a la vez singular o compartida, registrada o no en varios niveles, articulada o inarticulable, rememorada y rearticulada a través de la reflexión, productora de conocimientos y producida en ellos, con el potencial de producir actos de resistencia. Puede darse en los márgenes o en los centros, y toda teorización en el campo de las humanidades o de las ciencias sociales debería tomarla como punto de partida” (Bach, 2010, pp. 128)

Los relatos que reconstruyen integrantes de El Jardín,  contienen lo personal, lo público, lo colectivo y lo político y nos permiten conocer de que están hechas esas carnaduras, que implicaron esos procesos a nivel colectivo, motorizando un espacio de autogestión, de trabajo y de encuentro, para ser plataforma de visibilización y  organización, como así también las elaboraciones subjetivas que cada una pudo hacer sobre la vida cotidiana atravesada por la desigualdad, la violencia, la injusticia, la dependencia económica y la autonomía, la maternidad y la crianza compartida, sobre los vínculos, los afectos, el placer, el descubrir y cuidar el cuerpo-territorio. Este entramado nutre, cuestiona, interpela y aporta a nuestros feminismos y transfeminismos situados porque como dijo una compañera, “estamos de este lado de la vida y vamos a pelear por vivirla dignamente”, por nosotras, las que estamos y las que siguen estando presentes en nuestras historias y memorias, por las que vendrán.

El Jardín muestra cómo los feminismos y transfeminismos se volvieron puntos de ancla para la organización, para articular demandas, reclamos y acciones, apostando a la transformación social: desde habilitar el trabajo hasta tomar la palabra para decir y denunciar, haciendo audible lo que antes estaba silenciado y haciendo visible lo invisibilizado, siendo lugar de contención para que muchas y muchxs pudieran fortalecerse, construir su posicionamiento y declararse a favor y en contra. La práctica feminista está cargada de teorizaciones, de ejercicios de construcción de posicionamientos, de revisiones, de conmoción, de bronca y dolor, de esperanza y de búsqueda de justicia y reivindicación, de alegría. Nos acercamos a esta experiencia reconociendo su fuerza como colectivo, por la politicidad que implica el “estar juntas/xs”, por la potencia al nombrarse, su fuerza al tomar y apropiarse del espacio público, para escuchar y conocer sus reflexiones en torno a las diversas problemáticas que reconocemos como militantes. Desjerarquizando, despatriarcalizando y descolonizando nuestras maneras de pensar, que son maneras de sentir, entender y vivir en el mundo con otrxs.

La comunicación entendida como proceso de producción de sentidos y en su dimensión más política, transversaliza esta experiencia que intenta disputar al manifestarse y permanecer en el espacio en una provincia que se caracteriza por ser conservadora, al gestionar una radio abierta para hablar de temáticas silenciadas y hacerlo públicamente con un micrófono y un parlante a todo volumen para que se escuche, al organizar y sostener una feria y festival que conlleva logística, organización, tiempo, cuerpo, voluntad, y hacerlo de manera independiente y sin financiamiento.


En este montaje de fragmentos, se intenta hacer presente su historia, recuperándola y sistematizándola, trayendo sus narraciones, acuerpando la disputa también en un espacio de saber/poder, para construir otras formas de producir conocimiento más dialógicas, intentando no caer en extractivismos ni monólogos de entendidxs. La producción de conocimientos feministas es una práctica política y discursiva en tanto es una forma de intervención en ciertos discursos hegemónicos (como las mismas ciencias), va en contra y se resiste al imperativo totalizador de los cuerpos de conocimiento “científicos” o “legítimos”. Las prácticas de los feminismos están inscriptas en relaciones de poder a las que se enfrenta, resiste o quizás respalda y es en este punto que es importante la crítica hacia el interior de nuestras teorías y prácticas. Como gesto político y ético de descolonización feminista, consideramos importante retomar distintas historias poco o casi nunca contadas por la modernidad, por el patriarcado, por el racismo y el colonialismo.

Como camino que transitamos y se encuentra abierto, creemos necesario aportar a procesos de descolonización dentro de la universidad, rescatando diversas propuestas teóricas, metodológicas y epistemológicas, relocalizando el pensamiento y la acción, para anular la pretendida universalización de la modernidad occidental. Entablando diálogos y construyendo saberes con y desde las experiencias situadas, que impliquen rescatar diversas propuestas epistemológicas y políticas, recuperando otrxs autores y pensadores, así como también las historias poco contadas, las voces silenciadas, pensando, haciendo y diciendo a partir del cuerpo como territorio de la razón, con otras formas de pensar para trastocar el sentido moderno-colonial del conocimiento y en busca de la justicia social cognitiva.


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[1] La elección del montaje de fragmentos testimoniales parte de comprender que es la polifonía de voces la que nos permitirá conocer la situacionalidad partir de los relatos de las entrevistadas. Las formas que toma ese ordenamiento dejan entrever mi postura como investigadora.

[2] La Feria y Festival se realizó en plazas de San Salvador de Jujuy, en la plaza “Ricardo Vilca”, el Parque San Martín, El Centro Cultural Éxodo Jujeño y La Plaza Italia.

[3] Desde su surgimiento a fines del año 2017 hasta el 2020, año en que como la mayoría de las actividades sociales, se vio interrumpida por el aislamiento social preventivo y obligatorio por la pandemia de COVID-19. En mayo de 2022 nos encontramos con algunas integrantes de la colectiva a poner en conversación lo vivenciado hasta este momento.

[4] Esta noción explica cómo varía un determinado ser vivo, objeto o proceso, a través de una transición progresiva en un espacio de tiempo determinado.

[5] En el sentido que plantea Bourdieu, el conjunto de esquemas a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y actúan en él.

[6] Aforismo aymara cuya traducción aproximada sería: hay que caminar por el presente mirando (frente a los ojos) el pasado, y (cargando) el futuro a la espalda.

[7] Anita es una compañera jujeña víctima de femicidio.