¿DE DÓNDE SALIERON? ANÁLISIS DE LA CIRCULACIÓN DEL DISCURSO LIBERTARIO EN ARGENTINA
WHERE DID THEY COME FROM? ANALYSIS OF THE CIRCULATION OF LIBERTARIAN DISCOURSE IN ARGENTINA
Cómo citar: Dodaro, C. y Rajoy, R. (2024), “¿De dónde salieron? Análisis de la circulación del discurso libertario en Argentina”. Revista Argentina de Comunicación 12(15), 121-144.
Christian Dodaro
Licenciado en Ciencias de la Comunicación, (UBA); Maestría en Comunicación y Cultura (UBA); Diploma Superior y Programa de Actualización en Docencia Universitaria (PADOC), CLACSO, 2020; Doctor en Ciencias Sociales (UBA).
Docente de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y del Seminario de cultura popular y cultura masiva, UBA, titular del Seminario “Feos, Sucios y Malos, desafíos de la Comunicación Sindical” en UBA, director de la Diplomatura en Comunicación Sindical de la Universidad de Río Negro (UNRN) y coordinador del Observatorio de la representación de lo sindical en medios de comunicación de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual. dodarix@gmail.com
Romina Rajoy
Antropóloga Social y cultural, investigadora anfibia de acción y participación comunitaria. Es asesora técnica de proyectos asociativos en cooperativas de trabajo conformada por personas en contexto de encierro y liberadas, en el Área Reconquista Partido de Gral. San Martín. Docente e investigadora en el IUV/MINSEG e IDAES/UNSAM.
Doctoranda en Antropología IDAES; Especialista en políticas sustentables y justicia social CLACSO// UNI// KASSEL; Diplomada en políticas públicas de género y participación comunitaria UNGS. Temas de investigación: género, violencias, desigualdades socioeconómicas y políticas de seguridad. rrajoy@unsam.edu.ar
Fecha de Recepción: 19/10/2023 - Fecha de aprobación: 12/09/2024
RESUMEN
El triunfo del candidato anarcoliberal en las elecciones de agosto de 2023 en Argentina generó un fuerte impacto en los medios, las redes sociales y la conversación pública. Aunque diversas investigaciones académicas y periodísticas ya advertían sobre ciertas condiciones sociales y políticas—relacionadas con la pandemia, el confinamiento y la limitada presencia estatal—que facilitaban la resonancia del discurso libertario, se prestó poca atención a las formas en que dicho discurso circuló y se adoptó.
Este artículo, de carácter exploratorio, analiza la circulación cultural del discurso libertario entre las juventudes de barrios populares del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) en el contexto post-pandemia. Se emplea una metodología mixta, combinando herramientas etnográficas tradicionales con enfoques digitales contemporáneos, lo que permite una comprensión más profunda de las dinámicas sociales involucradas.
Siguiendo las propuestas de Cardoso de Oliveira (2004) y Clifford (1999), la investigación se fundamenta en la observación participante y entrevistas semiestructuradas realizadas durante la pandemia. Estas capturaron las percepciones juveniles respecto a las políticas de confinamiento y su relación con el Estado. El enfoque abierto y no directivo de las entrevistas permitió a los jóvenes expresar libremente sus experiencias e interpretaciones del discurso libertario.
Además, se integraron métodos de etnografía digital, como proponen Ardévol y Gómez-Cruz (2014), para analizar la participación juvenil en redes sociales y plataformas de streaming. Esto facilitó el estudio de cómo los discursos libertarios se difunden y resignifican en espacios digitales. Finalmente, conversaciones informales con jóvenes conductores de plataformas de transporte y estudiantes universitarios aportaron una visión complementaria sobre la manifestación del discurso en diferentes contextos laborales y sociales. Este enfoque multifacético permite captar tanto las experiencias subjetivas como los procesos de circulación cultural en un contexto post-pandémico clave.
Palabras clave: Circulación cultural, Etnografía, Estudios Culturales
ABSTRACT
The victory of the anarcho-liberal candidate in Argentina's August 2023 elections had a strong impact on the media, social networks, and public discourse. Although various academic and journalistic studies had already warned of certain social and political conditions—related to the pandemic, lockdown, and the limited reach of the state—that facilitated the resonance of libertarian discourse, little attention was given to how this discourse circulated and was adopted.
This exploratory article analyzes the cultural circulation of libertarian discourse among youth in marginalized neighborhoods of the Greater Buenos Aires area (AMBA) in the post-pandemic context. It employs a mixed methodology, combining traditional ethnographic tools with contemporary digital approaches, enabling a deeper understanding of the social dynamics involved.
Following the proposals of Cardoso de Oliveira (2004) and Clifford (1999), the research is grounded in participant observation and semi-structured interviews conducted during the pandemic. These interviews captured young people's perceptions of lockdown policies and their relationship with the state. The open, non-directive nature of the interviews allowed participants to freely express their experiences and interpretations of libertarian discourse.
Additionally, digital ethnography methods, as proposed by Ardévol and Gómez-Cruz (2014), were integrated to analyze youth participation on social media and streaming platforms. This facilitated the study of how libertarian discourses are disseminated and reinterpreted in digital spaces. Finally, informal conversations with young platform drivers and university students provided further insights into how the discourse manifests in different labor and social contexts. This multifaceted approach captures both subjective experiences and the processes of cultural circulation in a key post-pandemic context.
Keywords: Cultural Circulation, Ethnography, Cultural Studies
¿De dónde salieron?
En 2010, Gringauz, Settanni y Alvarez Broz se preguntaban ¿De dónde salieron? para problematizar la participación y el compromiso juvenil que se desarrollaba alrededor de la figura del recientemente fallecido Néstor Kirchner. En ese texto señalaban
“No resulta novedosa la alusión al poder que tienen los medios de comunicación para marcar agenda. Ya todos sabemos que, en buena medida, los medios masivos pautan las líneas directrices de nuestras conversaciones y conocimientos cotidianos (y también las de nuestros desconocimientos) (...) Sabemos que el sesgo homogeneizador y estilizante de las configuraciones televisivas prefiere los estereotipos: endilga a los jóvenes, de modo preponderante, la apatía, el desinterés, el consumo de drogas y alcohol, cuando no la condición de violentos y delincuentes; visibiliza a la comunidad Lgttbi desde el exotismo y los cánones heteronormativos, y construye a los sujetos como promiscuos, fiesteros y anormales; destina a los jubilados a una marginalidad basada tanto en la escasez de recursos materiales como en la no participación del sistema productivo; y también vincula a los migrantes de los países limítrofes con el crimen y la ilegalidad; por citar sólo algunos ejemplos”. Gringauz, L., Settanni, S., y Alvarez Broz, M. (2010).
Allí los investigadores expresaban que existía un desencaje entre las experiencias populares, las formas políticas que esas experiencias adquirían y los relatos en la superficie de los medios masivos de comunicación.
Curiosamente, tras las elecciones de 2021, donde Milei, candidato a presidente más votado, ya había hecho una gran performance electoral, el conductor radial y relator futbolístico Víctor Hugo Morales preguntaba a Ofelia Fernández, joven diputada del oficialismo que se destacaba por su innovadora presencia en redes sociales:
VH- ¿Conocés a algunos de ellos?... Digo... a uno, tres o cuatro muchachos que hayan votado a la derecha?
OF- Y… no los tengo en mi circuito[1]...
Ese “circuito”, que no solo fue desconocido por Ofelia, es el grupo de ciudadanos que desde su opción electoral en 2023 ganaron en todas las barriadas de la zona sur de CABA. En el 2021 Lucía Montenegro, fue electa diputada por La Libertad Avanza. Hoy desarrolla trabajo territorial en varios barrios populares de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires Villa 31 y es parte de los grupos de jóvenes militantes que se definen como liberales populares.
En su nota del 10 de junio en Anfibia[2] Melina Vázquez cuenta la historia de un joven que realiza una trayectoria desde la militancia kirchnerista (en la que se ve expulsado por pensar distinto respecto al aborto y otras cuestiones) a la militancia en el liberalismo popular que lidera Victoria Montenegro. En esa nota dice leer a Laje, a Marques, y ver a otros youtubers e influencers. Pero el citado artículo no explica cómo llega ese joven libertario a esos contenidos ¿Son lecturas digitales? ¿De dónde salieron esas lecturas?
Este trabajo tiene como objetivo explorar la circulación cultural del discurso libertario en Argentina, aproximarse a cómo accedieron los jóvenes a esas lecturas, particularmente en el contexto post-pandemia y su relación con las juventudes de los sectores populares del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
La pregunta central que guía este estudio es: ¿Cómo se configura y circula el discurso libertario entre los jóvenes de barrios populares en Argentina y qué factores facilitan su adopción? Para abordar esta cuestión, adoptamos un enfoque exploratorio, dado el carácter emergente y dinámico de los fenómenos observados.
La metodología empleada en esta investigación es diversa y se construyó en el marco de la tesis doctoral, en curso, de Rajoy y los trabajos realizados en el marco de sus estudios para preparar su oposición a Profesor de la Cátedra de Cultura Popular y Cultura de Masas de Dodaro. Este enfoque metodológico incluyó el cruce de las entrevistas cortas y semiestructuradas, conversaciones informales llevadas a cabo durante la pandemia, así como una serie de actualizaciones realizadas en la actualidad con estudiantes universitarios con el estudio de los materiales producidos por jóvenes libertarios en plataformas como YouTube y otras redes y el seguimiento de interacciones y vistas de los mismos.
Estos métodos nos permitieron captar las múltiples voces y experiencias que conforman el mosaico de prácticas culturales juveniles en torno al discurso libertario. La investigación explora los relatos en su contexto y es una primera aproximación a los mecanismos subyacentes que facilitan la adopción y resignificación de este discurso por parte de los jóvenes, considerando sus condiciones materiales de existencia y las formas de interacción mediadas por las nuevas tecnologías y redes sociales.
Próximos trabajos nos permitirán esbozar una idea sobre cómo los discursos libertarios se intersectan con las trayectorias de vida de los jóvenes en el AMBA y cómo estos discursos se han vuelto significativos en un contexto de crisis económica, social y política.
Narrativas y discursos
Pablo Semán, en el libro colectivo Dolores, experiencias y salidas (2023) repone un relevamiento sobre la estigmatización, la invisibilización, y los padecimientos de las juventudes emplazadas en el AMBA, durante la pandemia y por donde queda expuesto como estos jóvenes desplegaron diversas formas de organización, progreso y subsistencia, ligadas a las responsabilidades de sobrevivencia económica, de cuidados y afectivas individuales y familiares (Gavazzo, Lopez &Rajoy, 2020; Rajoy & Seman, 2022; Dodaro, 2022; López & Rajoy, 2023). Las estrategias desplegadas por los interlocutores se entretejieron entre diversas y nuevas configuraciones el cuentapropismo y economías de sobrevivencia. Estas configuraciones habilitan circulación de bienes y dinero, de manera intermitente y entrecruzados a partir de vínculos de participación directa o indirecta en programas estatales, becas de estudios, microemprendimientos, entre otros.
Este grupo de entrevistados no son ajenos a la presencia del Estado ya que son hijos directos de la economía popular. En otras palabras, sus progenitores accedieron a los programas de ingreso al trabajo con la creación del proyecto jefes de familia en el año 2003, presidencia de Néstor Kirchner y gestionados por el Ministerio de Trabajo. Si bien vale destacar que hace dos décadas atrás la creación de este programa ha sido celebrado por las familias empobrecidas y que post década de los 90, habían sido atravesadas por el desempleo y/o la desocupación y/o por experiencias piqueteras. En la actualidad estos recursos estatales, que se han multiplicado en programas universales como la Asignación Universal por Hijo, tarjeta alimentar, becas de terminalidad educativa, entre otros, no son percibidos por los hijos, es decir los jóvenes de hoy, como suficientes.
El deseo de la organización de los trabajadores de la economía popular dos décadas después no es más que la expresión de la subsistencia. Recursos y modos de vida, que no son suficientes para las nuevas juventudes. En este proceso vivencial es por donde los jóvenes no sólo se distancian de los destinos de sus familias, sino que además estas juventudes encuentran formas de resignificar cuáles son sus deseos y qué bienes son a los que quieren acceder y/o consumir.
Al observar las diferencias entre los jóvenes de los sectores populares en la actualidad y los jóvenes de hace 20 años atrás podemos esbozar que hoy son pobres apoyados con dinero, recursos y beneficios del Estado y vinculaciones que hace 20 años atrás no existían, pero que sin embargo tanto hoy como dos décadas atrás los sectores populares siguen siendo pobres. A ello debe sumarse un deseo aspiracional que se expresa en la mayoría de entrevistados y entrevistadas. Es este el sentido por el cual los jóvenes perciben a los programas estatales como precarios e insuficientes. Basta con reponer las experiencias de sus progenitores para desear otros destinos posibles y que sobre todo les permita consumir bienes y servicios que ofrece el mercado financiero. Se perciben y asumen clases medias, sus lugares de identificación están dados por el consumo más que por la pertenencia a un sector productivo o un barrio. Estas son dimensiones a tener en cuenta en las nuevas agendas que el Estado debe atender para recomponer el vínculo y construir o reconstruir comunidades.
La pandemia Covid-19 vino a reforzar las desigualdades y junto con ello es el Estado que una vez más sale, tal como lo señalaban las propagandas gubernamentales, “a cuidar a todos y en particular a los más vulnerabilizados. No obstante conocer qué es lo que sienten, quieren y desean los pobres, propone medidas de confinamiento focalizadas en el famoso eslogan para las clases medias “quedate en tu casa” y para los barrios marginalizados “quedate en tu barrio”. Aquí jóvenes de un lado y del otro de los deciles de ingresos económicos quedan confinados y es tal vez este tipo de vigilancia que más que cuidarlos de morir, los obliga algunos al encierro, les prohíbe salir a buscar sus recursos de subsistencia, visitar a sus vínculos sexo-afectivos, abandonar alquileres y/o volver a las casas de sus progenitores con fines de responsabilidades de cuidados económicos y afectivos. En otras experiencias expresan directamente que sienten restringiendo la libertad y subsumidos en formas indignas de sobrellevar la vida y de posponer sus proyectos de vida. Más adelante continuaremos profundizando sobre esto a partir de las distintas experiencias de vida de jóvenes residentes del Conurbano. ¿Pero qué entramado discursivo encontraron parte de esos jóvenes y por qué canales circuló? En este momento fueron creadas varias páginas de memes en favor de la libertad y en contra del encierro, se promovieron y potenciaron los discursos de Dannan, Tipito Enojado y otros youtubers. (Dodaro, 2021).
Antes de esbozar las respuestas a los interrogantes que nos vamos planteando, es interesante que repensemos el universo de los jóvenes del AMBA, a partir de trayectorias de vida diversas y biografías entrelazadas con las dimensiones que trae aparejada la categoría interseccionalidad. Partir de una mirada interseccional, cómo categoría relevante, pone de manifiesto cómo las diferentes categorías sociales generan opresiones y privilegios muy dispares al entrecruzarse entre ellas (Crenshaw 1991; Mohanty 2003; Lugones 2005, Vigoya, 2015). Entonces a partir de aquí comprendemos que no es lo mismo ser joven y portar distintas marcas de la interseccionalidad, tales como la cuestión migratoria, el barrio de origen y residencia, el género de nacimiento y el autopercibido, ser una persona gestante, ser un joven con responsabilidades de cuidados económicos y/o afectivas destinadas a los hijos propios, ajenos y/o progenitores o ambos. La circulación cultural no puede ser estudiada fuera de las formas de la experiencia que aquí se describen. Así es cómo podemos tratar de salir de circuitos políticos y académicos cerrados sobre sí mismos (Dodaro, 2024).
Curiosamente esas dimensiones son subsumidas en cada uno de los discursos de los jóvenes entrevistados en un universal el yo puedo, siendo el esfuerzo individual el generador de prosperidad y el Estado y los políticos los que entorpecen todo progreso.
Por otra parte, existen diferencias significativas entre los jóvenes que enfrentan problemas de consumo problemático de drogas y/o alcohol y aquellos que no los tienen, así como entre quienes han tenido conflictos con la ley, como detenciones en comisarías o internaciones en centros de detención juvenil. No obstante, independientemente de estas circunstancias, las trayectorias de los jóvenes se han reconfigurado en formas de agenciamiento que resultan interesantes de analizar y comprender. Durante la pandemia, observamos que estos jóvenes participaron en actividades que desafiaron las estigmatizaciones comunes, las cuales suelen describir a las juventudes, especialmente a las de sectores populares, como carentes de proyectos de vida y como potencialmente peligrosas. En lugar de cumplir con estos estereotipos, muchos jóvenes comenzaron a construirse como emprendedores, revendedores de productos y servicios a través de las redes sociales, y encontraron nuevas formas de empleo en plataformas digitales como conductores de vehículos de transporte, repartidores, y cuentapropistas en diversos campos. Estas actividades desafían las narrativas negativas que se les imponen y demuestran su capacidad de adaptación y resistencia en un contexto de crisis. Estudios sobre los jóvenes de sectores populares a finales de los años 90 y principios de los 2000 demuestran que estas representaciones simplificadas y estigmatizadoras no capturan la complejidad de sus experiencias y sus formas de organización y resistencia frente a un entorno social adverso.
Frente a las observaciones sobre las juventudes que expresan un deseo de proyectos de vida, nos propusimos investigar las capacidades de resiliencia demostradas por los protagonistas durante la pandemia. En particular, nos enfocamos en aquellos individuos que desarrollaron estrategias de subsistencia tanto a nivel personal como familiar, convirtiéndose en pilares fundamentales para el sostenimiento de sus hogares. Este enfoque nos lleva a interrogarnos acerca de cómo estas experiencias de resiliencia se entrelazaron con discursos que facilitaron la identificación con ideologías libertarias. ¿Cómo influyeron las estrategias de subsistencia desarrolladas durante la pandemia en la construcción de identidades libertarias entre los jóvenes? ¿De qué manera las experiencias de resiliencia personal y familiar se vieron reflejadas en las narrativas políticas y sociales emergentes durante el periodo de aislamiento? ¿Qué papel jugaron los discursos libertarios en la legitimación de las estrategias de supervivencia adoptadas por estos individuos, y cómo esto afectó sus percepciones de autonomía y dependencia?
Al analizar este cruce, buscamos entender cómo las experiencias individuales y familiares durante la pandemia moldearon estrategias de supervivencia y se vieron influenciadas por y contribuyeron a la construcción de narrativas libertarias.
En este sentido la movilización de recursos, bienes y dinero aportados por el Estado articulado con saberes tecnológicos, en el universo de los jóvenes de sectores populares (Seman, Rajoy, 2022) fue disruptivo, a tal punto que encontramos profesionalizaciones del emprendedurismo. Por ejemplo, jóvenes que a partir del ingreso de la beca progresar utilizaron al máximo el beneficio los primeros tres meses, antes que el Estado se las dejara de otorgar ya que solo acceden a ese dinero quienes comprueban regularidad en la terminalidad de estudios secundarios, terciarios y/ o universitarios. En esta línea de resignificación de recursos y/o programas del Estado, los jóvenes, jerarquizaron necesidades y responsabilidades, por ejemplo, el trabajo se prioriza por encima de saberes académicos de largo plazo y a cambio se focalizan en saberes de corto plazo e inmediato vínculo con el dinero, en algunos casos eligieron consumir tutoriales de YouTube para hacerse de saberes y/o oficios vinculados al mercado de la estética y la gastronomía. Asimismo, en las familias de los sectores populares los jóvenes se convirtieron en los sabios tecnológicos y fueron quienes pudieron acompañar y/o resolver el acceso a los beneficios estatales derivados de distintos programas sociales. En esta línea y en particular en las familias de estos sectores más vulnerabilizados quienes pudieron hacer uso de los saberes tecnológicos fueron las juventudes de este sector (quienes además son la primera generación de egresados de la escuela secundaria) los primeros en sumarse a las billeteras virtuales, a la venta y compra de artículos en plataformas, en acceder a financiamiento y préstamos en mercadolibre. Estas experiencias se encontraron con un Estado que más que potenciarlos en sus desarrollos profesionales y en sus deseos de consumo los limitaba.
Esto último puede leerse como una desinteligencia del Estado y sus agentes que planifican programas de ayuda económica a través de aplicaciones tecnológicas o cajeros bancarios que la población más vulnerable no tiene como un hábito asumido. Y en diálogo teórico con Bourdieu que señala:
No se puede jugar con la ley de conservación de la violencia: toda violencia se paga y, por ejemplo, la violencia estructural ejercida por los mercados financieros, en forma de despidos, pérdida de la seguridad, etc, se ve equiparada más tarde o más temprano, en forma de suicidios, crimen y delincuencia, adicción a las drogas, alcoholismo, un sin número de pequeños y grandes actos de violencia cotidiana. (1999; 59).
Respecto a esto nos interrogamos ¿Qué sucede con el abordaje precario o desactualizado que el Estado destina en forma de recursos que ya no son suficientes para los jóvenes de los sectores populares contemporáneos? Esta cita inigualable de Bourdieu puede ser el puntapié reflexivo para pensar políticas públicas focalizadas hacia adelante.
Camila una joven de 20 años, “Soy emprendedora” tengo mi negocio de uñas y pestañas, ahora la sume a mi vieja que ella ya cortaba el pelo (...) pero si me costó mucho llegar hasta acá. (...) Yo estaba estudiando trabajo social, pero justo con la pandemia nunca pude cursar y desde el primer momento todo fue virtual. (...) No tenía computadora y solo con el celular (...) además acá no llega bien la señal de wifi. (...) En un momento me di cuenta que el encierro no se terminaba más (...) mis hermanos comían de la escuela pero les daban puro fideos (...) teníamos hambre (...) Mamá solo cobraba el plan pero ella además siempre hizo mil cosas (limpiar casas, cortar el pelo, cuidar ancianos) Pero ella está muy golpeada por la vida y no podía salir con el virus, muchos se morían o te confinaban en el club (...) tenía miedo que mi vieja se muera (...) Usé la plata del potenciar joven y empecé a comprar cremas de pelo y alisado y salía por el barrio a vender, a peinar, a cortar el pelo, por cosas, por comida y por plata también (...) También aprendí a hacer las uñas y poner pestañas por tutoriales de YouTube y así poco a poco practicaba con las clientas y empecé aprender y bueno ahora tengo mi negocio, acá en casa” (Camila, 20 años, entrevista 2020)
Rodrigo tiene 23 años, antes de la pandemia alquilaba con su novia un departamento en Villa Ballester y estudiaba comunicación social en la UNSAM, era empleado en la panadería familiar, jugaba a la pelota, le gustaba ir a entrenar y jugar a la play con amigos.
“Cuando pasó lo de la pandemia, me vine para casa (JLS) porque mi viejo al mes cerró era imposible sostener el negocio, teníamos una panadería, primero se rompió la camioneta y con lo que más trabajamos era el reparto porque nosotros producimos no era local a la calle (...) mi viejo se deprimió y la única que seguía cobrando era mi vieja de la cooperativa (...) deje el depto y me vine de mis viejos (...) arme el reparto más chiquito todo por las almacenes de este lado de la avenida, después con el tiempo me dejaban cruzar (..) salía con el canasto y la bici como el gordo de los churros/ bolitas” (Rodrigo, 23 años, entrevista realizada 2020)
Entonces en palabras de Rajoy (2022; 2023) los jóvenes de los sectores populares comparten experiencias de violencia, que abarca violencias de género, interpersonales, policiales e institucionales. Además, se destaca que están vinculados tanto directa como indirectamente con programas estatales, ya sea a través de becas para estudios universitarios o a través de sus madres que participan en programas sociales de empleo en cooperativas. Estos ejemplos que vamos explorando nos permiten visibilizar y comprender la presencia del Estado cómo una institución que reparte recursos pero que a la vez son insuficientes; debido al aumento de los alimentos, la inflación y otras variables socioeconómicas no atendidas y que obstruyen las cotidianidades de la organización del trabajo y el cuidado en las familias en general y en particular a la de los sectores populares (Wainerman, 2005).
Lía tiene 25 años, una beba de dos años, alquila, trabaja en un local de comidas rápida en capital 4 veces por semana, a su vez cobra AUH, alimentar y potenciar jóvenes.
“Mi marido está preso por un mal entendido con la ex mujer y su familia” (...) tengo que enviarle cosas aunque no me dejan entrar por el Covid, pero sí puedo hacerle llegar las cosas, ahora que se abrió un poco más el tránsito (..) Me sale re caro, tengo ir en remis, voy recargada y nadie le compra nada, todo lo compro yo. (...) mi vieja también alquilaba pero con la pandemia se quedó sin trabajo y solo cobra el plan así que, se vino a vivir conmigo, me cuida la nena y yo me voy a trabajar. (...) Si además prestó plata” (Lia, 25 años, entrevista realizada 2021)
Lía es prestamista, comenzó el negocio del préstamo con una pequeña suma que había podido ahorrar del dinero que percibía de la beca provincial de terminalidad educativa en la escuela media. Sin embargo, las pequeñas sumas que prestaba y los bajos intereses que cobraba por el préstamo de dinero, era “una ganar, ganar recíproco” [3]por un lado ella acrecentaba la inversión y por el otro, personas sin las credenciales y/o documentos correspondientes para acceder al dinero financiado por las empresas fintech[4], podían de esta manera salir de la emergencia. financiera. Lía recuerda que le quedaban 5 mil pesos, un resto de dinero proveniente del programa potenciar jóvenes. La joven cobraba el 100 % de interés
“Preste 5 mil y pedí 10 mil (...) si mucha gente de acá que se quedó sin chagas no le alcanzaba y muchos endeudados con la cuota de la escuela o para comprar cosas que no te viene en la bolsa[5], carne, pollo, milanesas” (Entrevistada por la autora)
Cuando le preguntamos acerca de cómo se sentía al prestar dinero y pedir el 100 % de interés, ella nos expresó: “Muchas mujeres de acá no pueden pedir en las casas de préstamo de afuera del barrio porque te piden papeles que no tenemos, tampoco le prestan en el banco (...) y si le van a pedir a los tranzas (tanto Lia como otras vecinas nos comentaron) y como escribimos con Rajoy, Garriga, Wilkis (2022) quienes vendían drogas en pandemia tomaron mayor protagonismo a reinventar el negocio y no solo vendían drogas sino que además prestaban dinero. La diferencia entre Lía y otro tipo de prestamistas, es que frente a la falta de pago del préstamo Lía no respondía con la violencia que arremetía estos otros, sino que solo según sus expresiones
“Yo solo le presto a vecinas mujeres, siempre pagan en tiempo y forma a menos que tengan problemas de consumo ellas, hijos o marido (...) a esas no les prestó (...) Y si se atrasan les doy algunos días más sin cobrar el interés (..) cuando se atrasan con el pago, bueno ahí tengo que chapear con mi marido preso” (Entrevista a Lia, 2021)
Sin embargo frente a los interrogantes que le planteamos a Lia, ella se excusaba:
“bueno presto plata pero compro pañales, eso también es re caro, como haría con todo” “ Sí que mi marido este preso me garpa, porque no se (..) el es bueno pero bueno sirve” “Yo también soy buena, porque acá algunos prestan y si no pagas te rompen las cosas, te entran a la casa, yo no hago nada de eso” (...) “ No no hago nada, solo le prestó a los que se que me van a devolver (...) saben que estoy sola con todo, no van a cagar” (Entrevista a Lia, 2021)
Lía, es la excepción a la regla del estereotipo que por lo general se espera de una joven pobre o como se las asume en los medios de comunicación masiva, englobada en la categoría de planera como vagos y/o pasivos. Su caso es interesante porque nos habilita un canal de observación para comenzar a esbozar como los mercados legales, el trabajo, los programas sociales, la cárcel y los ilegalismos (prestar dinero que nadie controla) se entrelazan en las estrategias de sobrevivencia de este sector. En otras palabras, una circulación de dinero en un circuito informal es una forma de financiamiento popular que la propuesta libertaria asume como bandera.
Principios y valores libertarios
Lo individual y el egoísmo, son vistos como valores que permiten el progreso y se naturalizan. En una situación de extrema subsistencia y ante un Estado que genera programas y planes en los que también se individualiza a los “beneficiarios” y en los que no se potencian las redes de reciprocidad comunitarias y por donde las propuestas de prácticas solidarias o asociativas no terminan de generar un desarrollo (una dignificación de las formas de existencia) o un soporte que pueda sortear los distintos embates socioeconómicos y políticos. Y ante la visibilización de formas impunes de incumplimiento de las reglas por parte de quienes tienen que administrarlas (políticos en yates con modelos o en plena pandemia y confinamientos festejos de cumpleaños) se vuelven un campo fértil para la recepción de discursos que circularon por canales ligados al entretenimiento y el consumo tales como el YouTube, los videojuegos, redes sociales y otros que fueron opacos para la academia y los sectores progresistas que promueven derechos que estos integrantes de los sectores populares no experimentaban y veían como formas de opresión o ejercicios de privilegios.
Rodrigo, por ejemplo, un año antes del brote de la pandemia, había conseguido mudarse, después de dos años de ahorro y la venta de su vehículo, junto con la novia a un barrio lindante “pero más seguro” según sus dichos estaba cansado que lo roben y sobre todo, no quería cometer el mismo error que sus progenitores, al construir una casa sobre un terreno que no tiene papeles y que lo convierte en un territorio de disputas familiares (personas que reclaman la tierra) y que habilitan tensiones y violencias que ni la policía (primer agente estatal presente en el barrio) puede resolver. El relato de Rodrigo no es nuevo en las ciencias sociales, muchos autores lo trabajan cómo violencias interpersonales (Caravaca, Mancini, Garriga, 2023; Dodaro 2023) conflictos que las instituciones estatales en general no llegan a visibilizar como una problemática de emergencia en los barrios populares y culminan con homicidios dolosos. En esta línea, Camila cuando nos describe que sale con el bolso con insumos y maquinaria de peluquería, no los cuenta en estos términos “No es fácil salir, caminar por acá, porque la policía está controlando que no salgamos del barrio, pero lo que pasa acá adentro eso no le importa a nadie (...)
Camila hace referencia a otros jóvenes vinculados a delitos menores
“como no pueden salir a robar se te meten a la casa, se roban cualquier cosa y es para consumir (...) yo sé lo que es el consumo, porque mi viejo siempre consumió todo y nos hizo de todo, le pegaba a mi vieja (...) incendió dos veces la casa (...) una de esas veces mi vieja estaba adentro (...) acá nadie se mete porque le tiene miedo a mi viejo y su pasado con la delincuencia (..) pero bueno ahora es un pobre tipo, que yo le tengo que dar para la droga para que no nos joda” (Entrevista a Camila, 2020 )
El relato de Camila, deja expuesto que ni el Estado ni la comunidad pueden hacer nada ni por ella ni su familia, frente a la violencia que padecen por parte del progenitor por una parte y por el otro, ninguno de los programas estatales pudo sortear el hambre que sufrieron en tiempos de pandemia. Cuando indagamos más, la madre de Camila cobraba un programa social, que entrelaza con una cantidad de changas para sostener una casa con 3 hijos en edad escolar. La pandemia y el confinamiento la dejó inhabilitada para circular ya sea por la prohibición y por los problemas de salud (convirtiéndola en una persona de riesgo frente al virus) por lo tanto, es Camila quien jerarquiza su proyecto personal o en otras palabras su proyecto de vida y es quien, a los 20 años, decide responsabilizarse de sostener a su familia a partir de un emprendimiento, que lo asume cómo una experiencia de meritocracia individual.
La enunciación constante de un Estado que cuida, (particularmente en pandemia y que salieron a cuidar a los sectores vulnerabilizados con las fuerzas de seguridad) sumado a un sistema discursivo en el que espacios académicos, medios con gran llegada y agencias estatales privilegian relatos sobre derechos dirigidos a minorías por sobre derechos como categorías universales y la perpetuación de la vulnerabilidad en el marco de políticas de asistencia se encontraron con un conjunto de sujetos “otros” que experimentaban la vida de modo diferente a lo que se suponía. Mientras tanto los sectores populares como en tantas otras crisis sociales, construyeron sus propias formas y maneras de ver y hacer en el mundo y se fueron encontrando con un entramado discursivo libertario formado en las redes sociales, los espacios de juegos, comics y videojuegos, pero cuyas terminales están un poco más arriba. Pensar de dónde salieron es pensar todo al mismo tiempo, experiencias, discursos y dispositivos. En otras palabras, pensar de donde salieron es pensar en la desinstitucionalización de las instituciones y en la pérdida del respeto hacia estos dispositivos y funcionarios creados en las democracias liberales.
Parte de nuestros interrogantes giran en torno a porqué los discursos respecto a la ampliación de derechos son vistos como opresivos o limitantes y por qué quienes los enuncian son percibidos como privilegiados y privilegiadas. Parte de ello se relaciona a lo que venimos trabajando sobre el discurso libertario en redes. Youtubers como Un Tío Blanco Hetero (España), Tipito Enojado (Argentina), El Presto (Argentina) Dannan (Argentina) también realizador de La Liga de la justicia social, con tonos a veces sarcásticos y otras veces violentos atacan cada punto de los derechos que atienden particularmente a una minoría y presentan esas acciones como prebendas, corrupción y sostenimiento de privilegios. No es que los libertarios surgieron ex nihilo, ni que crecieron silvestres y se agruparon por generación espontánea.
Lugano, José León Suarez y la Villa 31 no son Pogo Pogo y la cultura y los sujetos son imposibles de ser pensados de modo insular. A partir de este recorrido, intentaremos pensar en circuitos, es decir, circulación, prácticas, experiencias y dispositivos.
Circulación cultural, cruce entre experiencias y discursos. Todo enredado en las redes y consumos culturales
Rodríguez (2022), una de las autoras más enfocadas en analizar la dinámica de la circulación cultural, desde la perspectiva de Bajtín, Ginzburg y posteriormente los desarrollos de la escuela de Birmingham, publicó recientemente un libro con el propósito de descifrar indicios sobre el derecho a la expresión de aquellos "otros" pertenecientes a diversos colectivos no hegemónicos. Así como lo hicieron sus colegas en 2011, se planteó la cuestión de cómo los individuos a los que la autora atribuye la condición de subalternos, como las minorías identitarias de género y aquellos que ocupan posiciones estratégicas en la re-etnización, pueden llegar a ser reconocidos como interlocutores válidos. Asimismo, reflexiona sobre cómo estos sujetos procesan la información cuando son desacreditados en su propia experiencia vital por un emisor mediático con una perspectiva andro-hetero, etno y porteñocéntrica.
Creemos que ese trabajo debería ser puesto en diálogo con el estudio de jóvenes libertarios que residen en barriadas populares que se autoperciben como oprimidos y/o excluidos por un discurso proveniente de sectores que perciben como privilegiados, blancos, porteños y de clase media. Es en este sentido que, entre los discursos, las prácticas y los sentidos, nos encontramos con un grupo de jóvenes y no tanto de espacios políticos progresistas quienes dicen comprender cómo piensan, sienten y cuáles son los deseos de los jóvenes y cómo resultado de esta homogeneización diversa, en realidad nos encontramos con una grupalidad que no se sintió representada por esta totalidad.
Julián trabaja manejando un UBER, es hijo de migrantes peruanos, tiene treinta años, su auto está prolijo y aseado, huele a perfume. Escucha podcast de economía y de política de Marques y Laje, sigue en redes a Marra. Por el dinero que logra juntar en su jornada cuenta que no invierte ni realiza acciones de trading pero hoy se encuentra estudiando economía a distancia en una Universidad del Perú. En la entrevista realizada por la autora cuenta que en las facultades de Argentina adoctrinan y que no dan los contenidos que sirven para la economía real. También comenta que en las escuelas suben banderas de la diversidad junto a la bandera Argentina. Su sistema de referencias para armar estas afirmaciones son los discursos que recibe de Youtubers como Dannan y El Presto. Mas allá de la poca solidez de los argumentos se aferra a ellos con una fe casi inconmovible. El progreso a través del esfuerzo, el individualismo, el ascetismo se han tramado en él como una especie de dogma y “elige creer”.
Para Lucía Montenegro la cultura es un lugar de intervención, una herramienta para volver parte de mi circuito a las personas que no lo son. Los pibes y pibas no sólo construyen sus miradas del mundo exclusivamente en función de su posición en la estructura social. Siendo permeables de ser interpelados e interpeladas a través de prácticas institucionales (percibidas como insuficientes), de consumo, vivencias cotidianas, etc. Pero también por redes sociales, video juegos y otros consumos culturales. ¿Podemos junto a Hall (2003, 1997), sostener que los jóvenes tienden a replantearse las formas tradicionales de la cultura, más que buscar un lugar entre las formas, símbolos y modos de circulación cultural legitimadas por las generaciones que los preceden? Así, entre apropiaciones de dispositivos tecnológicos, nuevas categorías culturales y políticas que tienen a los jóvenes -desbordando la clase social- como protagonistas privilegiados, emergen entonces inéditas claves de comprensión. Y advertir que la industria cultural parece llegar antes que las propuestas del mundo adulto. En este sentido el contenido producido por personajes tales como; El Presto, un violento youtuber libertario, Tipito enojado y Dannan, se convierten en las nuevas instituciones, por las cuales los jóvenes se sienten comprendidos e identificados. Al igual que la “liga de la justicia social” contenido producido por Dannan para youtube. IBAI, logró entrevistar al Khun Aguero y tener más proximidad con él que los periodistas de los medios tradicionales. Las cosplayers como Leila Lemoine juegan con un deseo y una fantasía ligada a lo sexual en paralelo a otras discursividades que ligadas al progresismo desde sus buenas intenciones eran vistas como represivas y proscriptivas para los y las jóvenes.
Ello nos advierte sobre el funcionamiento de redes y medios, la velocidad de circulación y mensajes que al adultocentrismo les resulta discontinuo, fragmentado y sin memoria representan la emergencia de un paradigma otro respecto del consumo de medios tal como señala Murolo (2020). Los y las jóvenes libertarias, al menos en lo que refiere a las novedosas tendencias en materia de códigos “políticamente correctos”, construye su sensibilidad en arrabales que les resultan oscuros e inaccesibles a quienes desde sus espacios de privilegio ofician como vigías de la buena moral. Sin construir vínculo y capilaridad con los sectores populares que no se auto perciben “contraculturales”, la pretensión de vanguardia esclarecida y su cruzada civilizatoria devienen a patrulla perdida. Las leyes progresistas y pensadas para ampliar e incluir se vuelven extrañas y excluyentes a los ojos de las y los pibes, como las bibliotecas de los arrabales franceses e igual que allí el Estado es visto como opresor y vigilante.
Es imprescindible desandar la comodidad metodológica e ideológica. Partimos de entender la cultura como un proceso constante, constituido y a la vez constituyente y que la circulación del sentido se da en las experiencias, medios y redes que conforman un todo, es allí donde indagaremos en busca de pistas. Cuando Williams (1980) nos habla de que la cultura es algo ordinario, en un sentido no elitista, la entiende como punto de encuentro en el que nuestra diferencia converge en el terreno común. Así, la cultura surgiría desde diferentes lugares e iría ligada no sólo a las creencias o valores, sino también a las prácticas cotidianas de las personas, rompiendo con la idea de homogeneidad. En este sentido también hay diferentes lugares desde donde crear cultura o intervenir culturalmente: instituciones formales e informales, mundo del trabajo, medios y redes (nuevas tecnologías, cosplay, juegos en línea), lugares donde se construyen encuentros y comunidades. En este mismo sentido Hall (2010) sostiene que la cultura es un campo de batalla. Esto nos pone sobre aviso contra los enfoques esencialistas que valorando la “tradición” por ella misma la asumen de manera ahistórica y cristalizada fetichizando su factura de origen, como si allí se cifrara algún significado o valor fijo e invariable. Cuenta tanto para formas señaladas como “genuina” cultura popular, como para quienes se asumen parte de expresiones de la cultura culta y progresistas, entendiendo al progreso como una constelación de valores a conquistar. El intento de crear una estética, o una ética, autovalidada e invariante es casi con seguridad un naufragio garantizado.
¿Qué podría ser más ecléctico y fortuito que esa colección de símbolos muertos y chucherías, extraídos del baúl de los disfraces del pasado, con que muchos jóvenes de ahora han optado por adornarse? Estos símbolos y chucherías son profundamente ambiguos. Con ellos podrían evocar mil causas culturales perdidas (Hall, 2010; pp 32)
Tal vez marcados por la desinstitucionalización, el consumo y la informalidad, de modo similar a lo que señala Merklen respecto a la quema de libros, los jóvenes siguen subrayándonos los modos en que la sociedad se renueva o refuncionaliza sus símbolos frente a lo político, lo social y lo popular. Y sean las formas expresivas libertarias un modo de asumir imaginerías propias de narrar y narrarse de los comics yankis de los 50, que con eje en Wachtmens y Batman hoy son hegemónicos en la narrativa cinematográfica contemporánea y el terreno dilecto para escenificar las tribulaciones que la sociedad anglosajona pretende importarnos junto con La bandera de Gadsden. A ello puede sumarse el imaginario cosplay y una cierta estética otaku entre los Jóvenes que abrazan los ideales de libertad y meritocracia a través del liberalismo clásico, el minarquismo o el anarcocapitalismo, y que realizan sus primeros acercamientos a la política. La minifalda, la minisuka, forma parte del imaginario del Lolita Complex, Lolicon. Es decir, la fijación con personajes femeninos aniñados y kawaii, adorables. Rasgos buscados por ciertos otaku, para asumir su fanatismo por estas lolis en uniforme escolar bajo la práctica del waifuismo. O sea, en sus formas más extremas, en adorar a un personaje simulando una relación conyugal, advierte de Vigo (2018), quien además señala que ante la visibilización mediática de diversos movimientos de corte progresista, feminista, o de minorías, se produjo una reacción antagónica, conservadora, similar a la derecha de Estados Unidos, que propulsó a través del Make America Great Again a Donald Trump como el paladín que retribuirá al pueblo lo que le robaron los inmigrantes y las políticas de servicio público.
Tal como señalaba en los últimos tiempos Martín-Barbero, desde nuestros clics e interacciones les ofrecemos casi transparentemente a quienes gestionan y administran el deseo, y ganan buen dinero por ello, qué películas nos gustan, qué perfumes preferimos, cuándo y cómo hacemos ejercicios, qué pensamos políticamente y si nos cae más simpático Jesús, Perón Trotski o Milei. Ya el 26 de marzo de 2018 Tokman y D´ipolito señalaban El Gato y la Caja[6] que este tipo de interacción entre las redes y los sujetos implica una creciente reserva de datos públicos disponibles para publicistas y casi cualquier persona interesada en esa información. Estos datos y otros que publicamos en las redes permiten armar un perfil complejo de cada usuario. Por ello sostenemos que Youtube es otro canal de difusión de discursos libertarios. A través de los videos que realizan Danann (pareja de Lilia Lemoine) o compilaciones tituladas con énfasis en la victoria violenta de los héroes de derecha sobre sus enemigos de izquierda: “Laje y Márquez destruyen a periodista feminista en TV” o “Humillando feministas”. Estas fórmulas se repiten en los posts de otaku conservadores, que depositan la esperanza de la Argentina que creen merecer (Del Vigo, 2019)
En un mismo sentido Calvo y Aruguete (2020) desarrolla que la combinación de los sesgos de los usuarios y las propiedades de las redes evidencia el texto, introduce una mirada de distorsiones en la circulación de mensajes y en la forma en que se dan las interacciones y que el consenso cognitivo nos mueve a aceptar enseguida la evidencia que apoya nuestras creencias, induce a su vez a emitir enunciados falsos para producir un daño al oponente, como una forma de violencia política. Es en el fenómeno advertido que se visibiliza la tarea centralizada de youtubers libertarios que se presentan como surgidos espontáneamente entre jóvenes desencantados con la política convencional pero tal como señala Mauro Federico en su nota del 26 de febrero de 2023 en Data Clave[7], sin embargo, detrás de estos núcleos aparentemente inconexos, hay un plan político y económico que cuenta con sus propios medios y mediadores, replicados a través de las redes sociales por usinas de trolls que elevan a la enésima potencia sus efectos comunicacionales. Algo de eso se hace discurso en los jóvenes entrevistados.
Algunas líneas para seguir investigando.
La identidad es una experiencia mediada por relatos, sueños y fantasías que pueden ser promesas de redención aunque también puedan ser huevos de serpiente.
Los discursos y mensajes políticos se entraman con la experiencia. Las condiciones materiales de existencia enmarcan los modos de generar conciencia, o visiones de mundo, pero no los determinan. Los medios de comunicación y redes sociales, a partir de sus formas narrativas y prácticas, contribuyen a redefinir la cultura.
En el siglo XXI las producciones culturales se hibridan. Cuando pensamos en estas cosas tratamos de combatir el determinismo tecnológico, colocamos el eje en las personas, en los usos y en las apropiaciones que realizan.
Es necesario revisar el concepto de audiencias, profundizar el análisis de los consumos culturales en la pandemia y de los territorios digitales (de aquellos capaces de construir influenciadores y desarmar las estrategias desde las que los construyen). También es importante interrogarnos sobre algunas dimensiones de la conversación política que se modificaron con las nuevas propuestas de producción y circulación de discursos en redes. ¿Qué sucede con la historización de los sucesos que ya se había perdido bastante con la espectacularización de la noticia? ¿Las redes produjeron fragmentación de las comunidades y reconocimiento sólo entre los que piensan similar?
Hoy existen diversas instancias de participación, y también de influencia sobre ellas. Las modificaciones principales pueden reconocerse en la inmediatez con la que circulan los contenidos. Lo novedoso es la posibilidad de ciertas formas expresivas, que hasta hace poco tiempo no existían, así como también la mediatización de casi todo. En ese marco el estado debe revisar sus formas de intervención en circuitos económicos y culturales.
La digitalización e internet, al mismo tiempo que establecieron continuidades profundas, también constituyeron un punto de inflexión para la emergencia de narrativas transmedia. Todo lo hacemos a una velocidad increíble: la información llega tan rápido como es reemplazada y se generan fenómenos de fake news y posverdad en comunidades que las hacen circular desde la confirmación de sus sesgos cognitivos. Nos queda preguntarnos sobre ¿Quién tiene la capacidad de implantar o hacer crecer esos sesgos? En necesario preguntarnos y dar cuenta de los procesos en los que las experiencias se encuentran con discursos que construyen propuestas culturales y políticas a través de redes, medios y prácticas tales como encuentros, marchas, protestas, pero también festivales y espacios de consumo.
Es menester desandar la comodidad metodológica e ideológica que hace que sigamos reproduciendo enfoques sobre estudios sobre la cultura en los que las subalternidades tienen más que ver con las construcciones identitarias que con las condiciones materiales y pierden de vista a las juventudes, a los y las trabajadoras y a los y las adultas mayores en sus experiencias concretas. Pero también aceptar que Pogo Pogo ya no existe más y que los discursos de nuestros y nuestras entrevistadas provienen de una red más capilar y presente de lo que nunca hemos visto. Para ello es fundamental desarmar los enfoques esencialistas. No podemos pensar la circulación cultural del mismo modo que en el siglo XX, la cultura se produce y circula a través de procesos postmasivos y ello modifica las formas en las que los sujetos se encuentran, se reconocen y se organizan colectivamente.
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[1] AM 750. La Mañana. 15 de octubre de 2021. Entrevista a Ofelia Fernández.
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[2] https://www.revistaanfibia.com/los-rappi-de-milei/
[3] Ganar, ganar es una expresión coloquial, que expresa que todo es ganancia.
[4] Empresas que gestionan el préstamo de dinero,a partir de una serie de requisitos y altos cobros de interés, entre ellos, recibo de sueldo.
[5] Bolsa social de mercadería, que se retira en la escuela pública y/u otras instituciones estatales (Iglesia, centros de salud)
[6] https://elgatoylacaja.com/21678-2
[7]https://www.dataclave.com.ar/picado-fino/-quienes-son-los-difusores-del-pensamiento-reaccionario-oculto-detras-de-la-fachada-libertaria-_a63fa991af1e90223178c8977